lunes, 6 de mayo de 2013

"Todo Vale" (parte 1 de 2)

Contra el Método Científico

 
 
Bases Filosóficas

La propuesta epistemológica de Feyerabend tiene sus raíces en el materialismo dialéctico. Su base teórica está en Hegel, y la aplicación práctica de esta concepción filosófica hace referencia al materialismo histórico. El esquema Feyerabendiano, asimismo, nace de la concepción de La Ciencia como un fenómeno que puede ser enfocado de manera idéntica a como Marx y Lenin analizaron los procesos político‑sociales.

La “Contrainducción”.

            De acuerdo con la dialéctica, todo proceso lleva dentro de sí mismo el germen de su destrucción. Los objetos, tienden, con el tiempo, a negar lo que son ahora. Aplicando este concepto a las teorías científicas, Feyerabend afirma que su estructura lógica formal les impide modificarse desde adentro, pues los mecanismos racionales tienden a construir estructuras que llegado a un punto, se atoran; debido a lo anterior, se hace necesario impulsar su movimiento dialéctico desde afuera.

            ¿Cómo llevar a cabo lo anterior? Mediante el uso del fenómeno de la “contrainducción”. Esto es, forzar a la teoría a que nos responda preguntas que no son válidas para ella misma. Y no sólo eso, sino que propone utilizar alternativas cuyos axiomas sean opuestos a las teorías establecidas. Feyerabend reconoce que para realizar lo anterior se necesita un imaginario mental bastante grande; y sin embargo, el autor nos muestra que algo así puede hacerse, con su ejemplo fundamental: Galileo.


Galileo.

Desde el punto de vista de Paul K. Feyerabend, el “padre” del método científico (Galileo) no es tal, pues jamás aplicó la receta del susodicho método en sus investigaciones. Se nos muestra que Galileo:

a)     Sostuvo sus hipótesis aún a pesar de que no tenía toda la evidencia material necesaria para creer en ellas; es decir, que su práctica de investigación nunca se apegó a los cánones marcados por lo que comúnmente se piensa que “debe ser” el camino de la ciencia.

b)     No sólo no mantuvo la continuidad de conceptos utilizados por sus antecesores (Ptolomeo) sino que rompió con ellos, impidiendo así una posibilidad de comparación teórica entre la teoría geocéntrica versus la heliocéntrica; lo anterior contradice la concepción tradicional de El Método (pues éste exige una comparación entre las teorías en competencia).

c)      Para sostener sus hipótesis, se valió no solamente de “hechos concretos” que lo apoyaran, sino que recurrió a tácticas de “persuasión” psicológicas con la finalidad de ganar “adeptos” a su teoría; entre las anteriores podemos encontrar la idea de la anamnesis, esto es: “el sujeto ya lo sabe todo, sólo necesita recordar que lo sabe”. Y precisamente lo que Galileo quiere demostrarnos es lo que ya “sabemos”.

Con la reseña histórica mostrada por Feyerabend, queda claro que “El Método Científico”, en su versión de recetario no fue creada, ni mucho menos aplicada, por Galileo.



Las interpretaciones naturales.

            En nuestro devenir cotidiano, manejamos una serie de conceptos, principalmente de carácter utilitario, que nos permiten desenvolvernos con cierta destreza en nuestro medio. Sin embargo, Feyerabend nos recuerda que la mayoría de dichas interpretaciones (“naturales”) no son otra cosa que prejuicios, adquiridos a lo largo de nuestra vida, y remarcados a través de los procesos de aprendizaje y socialización.

            El problema radica cuando las interpretaciones “naturales” interfieren en el proceso de percepción de la realidad “tal como es” y si la finalidad de La Ciencia es conocer dicha realidad, ¿cómo va a poder aprehenderla si desde el principio las sensaciones están contaminadas por nuestras expectativas de qué es lo que debemos encontrar?

            La primera solución que se plantea es eliminar por completo estas impresiones “naturales”, pero esto únicamente nos llevaría a una parálisis total en el proceso de conocimiento. La siguiente alternativa consiste en no desechar dichas interpretaciones, sino apoyarnos en ellas para luego irlas modificando poco a poco.

            Sin embargo, la propuesta anterior nos lleva a un argumento circular, pues en el análisis que hagamos de los conceptos involucrados en la interpretación natural, llegará un momento en el que estaremos utilizando de contrabando dichas interpretaciones. La propuesta final consiste en atacar estos paradigmas con otros, pero externos, provenientes de la imaginación del investigador (esto es, haciendo uso de la contrainducción).

Galileo, otra vez.

            Galileo no sólo procedió acientíficamente, sino que además lo hizo de forma contrainductiva, esto es: tuvo que luchar contra las interpretaciones “naturales” de su época, y encontraron su expresión más refinada en la teoría Ptolomeica. El camino inverso también estaba presente: Ptolomeo “comprobaba” sus teorías mediante la utilización de los “hechos” obtenidos a través de la visión de las interpretaciones naturales predominantes.

            El concepto que ilustra la afirmación anterior radica en el concepto de movimiento que tenían los contemporáneos de Galileo: el movimiento absoluto. En esta concepción, el desplazamiento que vemos en los cuerpos corresponde a “lo real”; donde lo que nuestros sentidos perciben es lo que realmente sucede. Galileo, utilizando la contra inducción, crea el paradigma del movimiento relativo; a través de esta óptica, Galileo propone que el desplazamiento que observamos directamente puede no ser el correspondiente al movimiento real, sobre todo si el observador se mueve junto con el objeto de estudio.
            Realizando este cambio en la interpretación, Galileo logra que su teoría concuerde con los llamados “hechos observacionales” recopilados a través de los sentidos. Y no sólo eso, también consigue (siempre a través de la óptica de la nueva concepción) atacar a su posición competidora, el paradigma Ptolemaico. Con éste y otros ejemplos adicionales, queda demostrada la falta de cientificidad en el mismísimo padre de El Método, mostrándonos como buscó con plena conciencia, la manera de acomodar los hechos observados para que éstos se ajustaran a sus hipótesis de cómo está estructurado el cosmos. Lo anterior queda englobado en el “argumento de la torre” como Feyerabend lo llama.

(continuará...)

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