jueves, 27 de septiembre de 2012

La ominosa avalancha de los datos nuestros de cada día.



Mi primer contacto con el concepto “base de datos” se dio cuando estuve trabajando como capturista para una dependencia del Gobierno Federal (la Conabio), una institución educativa mexicana la (UACh) y otra universidad en los EUA (The University of Texas at Austin). En ambos casos la meta era la misma: maximizar la velocidad de registro de información al mínimo costo. El pago al empleado, en ambos casos, era a destajo. Yo me preguntaba, “¿pero, cuál es la prisa?”; bueno, yo cumplí mi(s) contrato(s) y me alejé de ese medio. Años después, comprendo la urgencia de mis empleadores por registrar la información a la brevedad: algo llamado “Minado de Datos”.

De eso, precisamente trata “Los Numerati” (de Stephen Baker), o de cómo los pequeños y aparentemente anodinos clicks que damos por aquí y por allá mientras navegamos por internet, van poco a poco revelando más y más sobre nosotros: como empleados, consumidores, votantes, blogueros, pacientes y por último, como entes sexuales buscando (a veces frenéticamente) de llenar una necesidad básica llamada “amor”.


Estos famosos “Numerati” (que sí son reales) al parecer no tienen (¿o sí?) relación con los la sociedad secreta de los illuminati; luego entonces, ¿quiénes son los Numerati? ¿Cuáles son sus propósitos? La respuesta es simple: son los analistas que se encargan de interpretar los datos capturados previamente en las fábricas (digo, universidades) de trabajo esclavo (perdón, estancias de becario).

Al capturista se le limita a ver los árboles, pero son los Numerati quienes se encargan no sólo de ver el bosque completo, sino elaborar el modelo (y esto es lo más importante) que describirá el ecosistema completo, con las interacciones correspondientes. Los Numerati son los encargados de dar el salto cuantitativo al cualitativo a través de sus interpretaciones teóricas.

Vamos a poner un ejemplo un tanto simplificado, original del autor de este blog, para explicar más a detalle cómo funciona el sistema de los Numerati. Supongamos que el joven Hamza, un musulmán radicado en México, descubre que es difícil encontrar tapetes para realizar la oración o salat, que contempla el Islam, y que las alfombras importadas para este fin son muy caras. Luego, Hamza descubre la forma de producir dichos tapetes en México, a un costo menor y en gran escala.



Pasa el tiempo, y Hamza se va haciendo de clientela y va registrando los nombres y direcciones de quienes le compran sus tapetes de oración. Tal vez sin saberlo, poco a poco nuestro vendedor está creando una base de datos de los Musulmanes practicantes en todo México; pues está vendiendo un producto dirigido a un cliente de características muy específicas.

Ahora sólo falta que un Numerati (o el propio Hamza) se percate que con esa lista de nombres y direcciones, puede venderles sus datos su primo Yusuf, quien está por abrir una cadena de restaurantes de comida árabe, con certificación Halal (es decir, lo permitido, el equivalente del Kosher judío). Basta con enviar a las casas de los clientes de Hamza un tríptico ofreciendo los servicios del restaurante halal.

Ahora, tenemos una sencilla base de datos con nombre, dirección y algo más importante: la religión de los clientes de Hamza. El tener registrado implícitamente este último dato (preferencia religiosa) es algo que ahora tanto Hamza como Yusuf es algo que los podría llevar en algún momento al dilema ético de si pueden o no compartir esos datos con terceras personas, físicas o morales.

Por eso, en el fascinante mundo o “nube” de internet, los recolectores de datos “generalmente” plantean en sus códigos de conducta conocer la cantidad de clientes que gustan o no de cierto producto sin asociarlo con personas en particular; es decir, se interpreta la personalidad de cierto sector de la población, sin asociarlo con los datos personales. A veces, el mundo del marketing y el de la información privada se pueden entrecruzar peligrosamente.

Ahora demos un giro ligeramente más dramático al asunto. Recordemos que en película de “Se7en” (David Fincher, 1995) entran en juego dos bases de datos, la clásica utilizada para comparar las huellas digitales y la otra (menos conocida) donde relacionaba los títulos de ciertos libros “de interés especial” con las identidades de sus lectores, incluyendo sus direcciones físicas; no sé porqué esto me recuerda el sistema de “sugerencias” de Amazon.



Espero que estemos en buenas manos, después de todo, si yo realizo una búsqueda en Amazon sobre libros acerca de la situación del Medio Oriente y después busco en Google imágenes de armas no convencionales, mi identidad seguramente no estará resguardada en ninguna parte, porque las siglas de la Agencia de Seguridad Nacional estadounidense (NSA, o sea No Such Agency), indican que dicha Agencia NO existe. De hecho, por mencionar ciertas palabras clave en este blog, no creo que esté abierto ningún expediente sobre mis actividades on y off line, en alguna oficina o despacho de inteligencia, nacional, extranjero o corporativo.

Como verán, más que dedicarme a reseñar este libro, me he sentido motivado a imaginar lo que un Numerati puede hacer en base a los datos que vaya recolectando sobre cada uno de los usuarios de internet. Éste es un libro que invita a reflexionar sobre los posibles y diversos usos, para bien o para mal, de las nuevas tecnologías informáticas.

Por cierto, se me olvidaba. Los datos que capturé de los archivos del Herbario de la Universidad de Texas, para la Conabio, pasarán a formar parte de una base cuyo objetivo será compartir a nivel mundial, la localización exacta (incluyendo latitud y longitud) de las diversas especies vegetales que fueron descubiertas por investigadores estadounidenses en sus viajes de campo por toda la República Mexicana desde 1910 a la fecha. Dicha base de datos, llamada Biótica ya está completa y almacenada.



Ahora sólo falta saber que harán los Numerati al tener en sus manos los datos sobre los recursos vegetales mexicanos, apetecibles para cualquier empresa alimentaria o farmacéutica con un mínimo de intuición acerca del valor de estos datos aparentemente anodinos. Así entonces, plantas, animales, y humanos, estamos pasando a ser parte de un inventario gigantesco, donde lo que importa es para qué y durante cuánto tiempo seremos de utilidad, ¿para quién? Esa es la incógnita que dejaremos en el aire, por el momento… Después de todo, recuerden el lema de los creadores Google “Don’t do evil” que en una traducción libre, significa algo así como: “No utilices esta tecnología (el motor de búsqueda) para hacer cosas malvadas”.